AYERES
Hay un momento en la vida en que recordar acontecimientos pasados se convierte en desempolvar lejanas sensaciones. No es fácil precisar ese momento, pero sí descubrir que hay un día, pasados los treinta, en el que te das cuenta que de casi todo hace diez, doce, veinte, veintitrés años. No resulta, sin embargo, difícil recordar las cosas y lo sorprendente es que ese recuerdo es prueba irrefutable de que estábamos allí, por muchos que sean los años que hayan pasado. A esto, hay quien lo ha llamado tener memoria histórica. No sé si es exagerado o no definirlo así, pero algo de eso hay. Al menos, no deja de producirnos cierto vértigo. Y son entrañables esas veladas de copa y humo compartidas con algún rostro de los de siempre, en las que renacen el primer beso, la primera borrachera, el primer cigarro, el primer desamor, la primera caricia… y los “¿te acuerdas de…?”. Y luego, ya con la almohada, comentas quién es este “tú” de ahora, acaso la suma de todos esos - lejanos en el tiempo- cercanos recuerdos. Y ese “tú” de mañana, que quizás no sea nunca más aquel que antaño respiraba las mañanas de alfalfa recién cortada. Allá, en el campo.
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ana a. -